03 noviembre 2005

Ya es Halloween...en el Corte Inglés


Sí, amigos... y también en los colegios, los bares, las discotecas, en casa de la tía Pascasia y en cuanto lugar uno se imagine. Ante semejante avalancha de monstruos, fantasmas y seres de ultratumba, no debo más que suspirar con melancolía mientras grito a los cuatro vientos ¡¡Bendita globalización!!
Curioso fenómeno éste, que hace que en cualquier ciudad española, por pequeña que sea, la última noche de Octubre, muchos se encasqueten un disfraz de muerto viviente, de vampiro, de ogro o de Carod Rovira – que en esto de asustar también hay gustos – para abalanzarse al interior de cualquier bebedero, a filtrar copas con nombres exóticos, perfectamente acordes con la decoración del garito en cuestión, mientras intentan aterrorizar a la concurrencia. Si algún parroquiano despistado, más perdido que un pulpo en un garaje, pregunta al camarero qué es lo que ocurre y por qué hay lápidas de cartón piedra por todas partes, desde detrás de la barra la respuesta desenfadada puede ser: ¡Pero anímese hombre, no ponga esa cara que estamos en Halloween!
Vayamos por partes. De entrada, para muchos canarios como yo, eso de disfrazarse es casi una religión, y hacerlo fuera de las fechas del Carnaval, algo así como un sacrilegio, aunque de esto podría hablar en otra ocasión. Entiendo que la tradición de Halloween, como tantas otras, es importada y, por qué no, puede ser aprovechada por negocios ibéricos de distinta índole para sacar unas pelas. No hay nada que decir ante una fiesta temática más. Pero lo que preocupa más es que normalicemos y hagamos casi propia una tradición que nos es totalmente ajena sin ni siquiera investigar sus orígenes y motivaciones históricas. Claro, es que es más chula la fiesta de Halloween que la del Día de todos los Santos, donde no hay disfraces, ni monstruosas cabezas luminosas de calabaza.
No hay que ser alarmistas, eso es cierto. No estoy diciendo que la citada festividad sea tan normal como un partido del domingo o como la Feria de San Isidro, pero no es el día de hoy el que me preocupa sino el de mañana. Los pequeños sí que están absorbiendo año tras año el bombardeo cultural que supone éste americanizado día de difuntos. A este paso, escucharemos en breve a un castizo pequeñajo de Vallecas, sorbiendo mocos y aporreando en las puertas del barrio al grito de trick or treat – truco o trato, en inglés –, que es la coletilla que los yankis en miniatura repiten sin descanso para llevarse a casa un botín de las golosinas más variopintas.
No tengo nada en contra de la sacrosanta globalización, pero me da un poco de susto eso de que asimilemos con tanta facilidad estas manifestaciones culturales y, sin embargo, descuidemos las nuestras, las de toda la vida, en un inexorable proceso de empobrecimiento cultural que acabará por hacernos olvidar quiénes somos y de dónde venimos. Los americanos cuidan mucho lo suyo y no les importa exportarlo pero ¿y nosotros?. ¿Alguien se imagina una batalla de moros y cristianos en pleno centro de Manhattan, o una silenciosa cofradía de capirotes con una Macarena por Rodeo Drive? Pues eso, como diría un famoso personaje de una serie televisiva...un poquito de por favor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicidades! me encanta como escribes los artículos lo haces muy ameno y son muy punteros!
ESteherchu.