16 noviembre 2005

Libertad, Igualdad y Fraternidad (...arde París)

Bajo estos tres principios se alzaron los franceses hace ya unos cuantos años, enarbolando la bandera tricolor, por el triunfo de la República y el poder del pueblo. Si atendemos a los sucesos que se están viviendo estos días y los comentarios que hacen aquellos que conocen bien el país, de estas tres patas que sustentan el banco francés, las de la igualdad y fraternidad necesitan reparaciones urgentes.
Desde el área colonial francófona llegaron en su día cientos de inmigrantes a la Metrópoli, buscando prosperar y elevar su nivel de vida. Como en todas partes, unos lo consiguieron y otros no. Hoy, los hijos y los nietos de aquella generación de emprendedores, en su mayoría de origen magrebí, son franceses a todos los efectos, al menos sobre el papel. La realidad demuestra que el porcentaje de fracaso escolar de este sector demográfico es muy elevado y que, a la hora de encontrar trabajo, muchos de ellos son rechazados o se topan con infinidad de obstáculos – todo ello a pesar de la ley que permite a cualquier francés omitir su nombre y lugar de residencia en la solicitud de trabajo o en el curriculum para evitar discriminaciones –.
La reciente oleada de vandalismo incendiario que se extendió, primero por algunos barrios de la periferia de París, luego por el resto de Francia y ahora por algunos núcleos urbanos del centro de Europa, está protagonizada por ciudadanos “de segunda”, según se autocalifican, la mayoría de ellos muy jóvenes y criados en el seno de estas familias de la inmigración, con un futuro muy negro y con escasa confianza en su propio Gobierno para encontrar soluciones, si exceptuamos el toque de queda para “garantizar la seguridad” de las zonas afectadas. Quienes conocen en profundidad la historia y evolución interna francesa aseguran que, a pesar de la espectacularidad de este fenómeno, no se trata de algo nuevo y que los avisos previos de similares características se han venido produciendo de manera repetida durante estos últimos años.
Es seguro que no existe una única causa para una respuesta tan virulenta, pero está claro que Francia debe acometer ya mismo reformas en el área socio económica si no quiere que el problema se agrave aún más.
Los analistas y sociólogos más agoreros – recientemente pude escuchar a un apocalíptico Amando de Miguel en un debate al respecto – aseguran que a la dimensión social también se suma el componente islámico, la ideología y la toma de conciencia propia de identidad oprimida. Por utilizar palabras que he leído en prensa estos días, una yihad islámica contra Occidente desde el corazón del propio Occidente. Sujetos como de Miguel confunden – de manera irresponsable, creo yo – Islam con fundamentalismo, terrorista con magrebí y lindezas semejantes. No creo que el terrorismo islamista tenga mucho que ver con lo que sucede en Francia estos días, pero sí está claro que puede sacar mucho partido a favor de sus intereses, al igual que la extrema derecha.Los condicionantes sociales españoles son bien distintos, al igual que la naturaleza de nuestra población inmigrante, pero como bien dice el refrán Cuando las barbas de tu vecino veas cortar.... pon las tuyas a remojar. El gobierno de Zapatero – y posiblemente el que le suceda el día de mañana – debe de tomar buena nota de lo que sucede más allá de los Pirineos si no quiere que la ola de violencia se reproduzca en nuestro país tarde o temprano. Hace mucho que las fronteras dejaron de valer como tales y que avanzamos de manera inexorable hacia la multiculturalidad y la multiracialidad. Si no acometemos con serenidad, inteligencia y responsabilidad este proceso, se avecinan malos tiempos, desde luego.

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