
Es jodido eso de dormir todos los días con tu adversario, tener que verle la jeta todas las mañanas en el espejo cuando os afeitáis juntos, o de refilón deslizándose sobre un escaparate cuando paseas tranquilamente por la calle. No es nada agradable saber que a cada pocos pasos hay escondida alguna zancadilla con tu nombre, que en algún rincón escondido de tu cabeza está él, firme y con mala idea siempre, preparado para tirar por tierra esfuerzos y sueños, para joderte un día que, en principio, no pinta del todo mal cuando emerges de las sabanas, pegajosas de verano moribundo.
Sin saberlo, llevo mucho tiempo luchando con él, cada uno en su trinchera, aunque en su caso tiene lo mejor del arsenal: miedos, fracasos, inseguridades, angustias – propias y heredadas –, complejos que ni yo mismo conozco… Hay días en los que tira la casa por la ventana y me hace creer que todo está perdido. Y casi me trago sus mentiras.
Hasta no hace mucho jugaba con ventaja porque, con el paso de los años, se había hecho con cada milímetro de mí, haciéndome creer que él era yo, que su apatía era mía, que el asqueroso material con el que urde sus trampas iba a estar presente para siempre en mi vida. Pero, afortunadamente, no va a ganar esta guerra. Tengo la suerte de conocerlo tan bien como él a mí, y por fortuna tengo todo el tiempo del mundo para vencerlo. Empiezo a conocerlo, a saber cómo trabaja, maquiavélico y taimado. Llevas las de perder, enemigo mío, porque tengo más huevos que tú y no tienes ningún derecho a quitarme lo que me ha costado tanto conseguir. No vas a arrancarme la alegría, la esperanza, la imaginación, el amor, los amigos… No son tuyos, no te pertenecen. Sé que no me representas, que no soy como quieres que los demás me vean. He toreado en plazas peores y lo tienes más negro que el sobaco de un mono. Te lo digo como advertencia, porque creo que el que avisa no es traidor, como lo eres tú. Aunque no te guste, pienso jugar sucio como has hecho conmigo hasta ahora. Olvidemos las convenciones de Ginebra por un rato. Sé que eres escurridizo y tramposo pero tengo paciencia y aprendo rápido, así que será un duro invierno para los dos.
Así es, amigos, va a ser un conflicto largo. Seguro que me ganará batallas, pero apuesto cualquier cosa a que yo también plantaré mi banderín alguna vez en su campamento; lento pero seguro, que es como se gana terreno para no perderlo jamás. Con un poco de suerte, en algunas escaramuzas contaré con mi buena mitad como aliada, hasta ahora ahogada por las malas prácticas de ese hijo de perra. Me hará caer, eso no lo dudo, pero todo lo que debo hacer es levantarme, ponerme el casco, apretar los dientes hasta que me salten las lágrimas y luchar. Luchar hasta caer extenuado.
Sobre todo lo lamento por ustedes, queridos y fieles lectores, porque me temo que muchas de las entradas de esta bitácora serán, a partir de ahora, cruentas anotaciones de un diario de batalla. Espero que les gusten los relatos bélicos.
8 comentarios:
Guauuu, mi Lord, usted me ha sorprendido hoy. Se nota que siguió el consejo del sabio Kaiser e hizo el amor con sus musas. Al grano: este post me ha gustado especialmente. Cierto que nuestro peor enemigos somos nosotros mismos. Lo descubrí hace algunos años y me enfrenté a él. Es mi caso, a ella porque es mi doble. Eso es lo bueno, ¿sabés? Que siempre te enfrentas a uno igual que tú. Si eres hombre no tienes que enfrentarte contra una mujer y eso te quitaría poder.
De seguro conoces el juego computarizado de "Prince of Persien". Yo jugué ese juego con mucha pasión hace unos años cuando salió la primera versión. En una parte del juego, el princípe traspasa un espejo y sale su otro yo. Así a partir de ahí, en el juego hay dos princípes pero son el mismo. Luego llegas a un nivel dónde encuentras una espada tirada, vas a su encuentro pero tu otro yo te la gana y si tú desenvainas la espada, él también se pone al ataque. Yo no sabía cómo sobrepasar ese nivel. Si le atacaba y le mataba, moría mi princípe también. Hasta que descubrí que si yo guardaba la espada, mi otro yo la guardaba también y yo podía seguir mi camino. Al seguir caminando frente a él, ambos se juntaron y por fin su otro yo se metió en su cuerpo. Había vencido a su peor enemigo: él mismo.
ÉSto me dió mucho qué pensar mientras lo jugaba y se quedó en mi mente como una buena metáfora.
Para vencer los miedos, inseguridades, complejos, etc. que llevamos dentro, sólo podemos hacerlo si nos enfrentamos a ese enemigo y lo vencemos sin hacernos daño a nosotros mismos. Pero es tan duro...
Excelente articulo. Feliz fin de semana y muchos besos.
Mi enemigo casi me destruye y, ahora mismo, aún ando con el recuento de bajas pero estoy decidido a vencerle. Me alegra de que haya gustado el post. A ver si no vuelvo a perder la costumbre de escribir.
Prince of Persia me encantaba, pero nunca llegué al final, creo. También recuerdo la fase del espejo y que yo di con el truco a la primera pero ahora que me doy cuenta seguro que no fui yo, sino ese asqueroso que vivía dentro de mí y no quería ver cómo destruía a otro como él, aunque sólo fuera en un juego. Besos surtidos
Pues poniendo una nota de humor a tu excelente artículo te puedo decir que mientras lo leía pensé que hablabas de los temibles Dementores que aparecen el los libros de Harry Potter, esos que te quitan la algería y la esperanza y sólo comiendo chocolate puedes detener tal horror.
Estaría bien eso de poder protegerte de todo sólo comiendo chocolate.
Reina, por lo que pueda pasar, me he pertrechado de chocolatinas, chucherías y derivados... (que nunca se sabe). Un abrazo
L.B.
Genio y genial como siempre. Un beso grande y nostálgico desde el corazón de asfalto.
Berta
Estaré esperando la crónica de guerra puntualmente, y si necesitas aliados pega un grito por aquí, en lo que pueda me uno a tu lucha!
Un beso fuerte para tí y tu soldado!
fuerza y honor en tu batalla... lo peor que nos puede pasar es estar prisioneros de nuestras propias y autoimpuestas limitaciones... la liberación es mi gran guerra, poco a poco.
me gusta mucho tu blog... y los relatos bélicos de este tipo imprimen en mi una especial fuerza.
saludos!
Muchas veces lo mejor es aliarse con los enemigos para vencerlos :)
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