27 julio 2008

Mamá, quiero ser famoso

Sí, soy consciente de que, probablemente esté escribiendo esto para un número de lectores cercanos a... cero. Es cierto que hace meses que no escribo. De hecho, estoy planteándome seriamente cerrar las puertas del castillo para siempre y fallecer recluido tras sus muros. Debo reflexionar.

No obstante, me parece una buena oportunidad para llamar la atención sobre un espléndido reportaje, obra de Carmen Pérez Lanzac y publicado en el diario El País el domingo, 27 de Julio. A pesar de que les dejo el enlace al periódico digital, para los vagos, como un servidor, cuelgo aquí el reportaje íntegro. Verdaderamente, es como para darle una lectura pausada (o más de una, incluso) y pensar sobre ello.

"Si quieres romper con tu pareja, llama al 902...". Loli está viendo en televisión un programa de testimonios cuando aparece este letrero en pantalla. Lo anota y llama. Un contestador le pide que diga su nombre, un número de contacto y que resuma el motivo de su llamada. Un par de horas más tarde, alguien del programa se pone en contacto con ella. "¿Eres Loli? ¿Me puedes resumir tu historia? Ajá. Vale. Volveremos a llamarte". A la mañana siguiente su móvil suena de nuevo. Del otro lado, una redactora de voz joven y agradable le hace más preguntas. "¿Cuántos años tienes? ¿Dónde vives? ¿Por qué quieres dejar a tu pareja? ¿No le habrás contado que has llamado al programa? ¿Me das su número de móvil?". Loli se inquieta. Quiere saber qué le van a decir a Jesús para conseguir que acuda a la tele. "No te preocupes, de eso nos encargamos nosotros. Déjalo en nuestras manos. Lo importante es que no le cuentes nada de todo esto a él, ¿eh, Loli? Por favor, tienes que ser la mejor actriz del mundo".

Un minuto después, Jesús, el novio de Loli, recibe una llamada de alguien que dice trabajar en televisión. Le explica que una persona que conoce quiere darle una sorpresa y que para eso tiene que ir al programa la semana siguiente. Jesús recela, pero la redactora le anima. Ellos se encargan de llevarle y traerle y puede ir acompañado de quien quiera. Jesús comenta que le preocupa faltar al trabajo y la redactora le tranquiliza: "Si quieres nosotros hablamos con tu jefe para convencerle". Jesús, que sigue dudando, intenta indagar. ¿Una sorpresa? ¿Pero cómo de sorpresa? "Te va a encantar", le contesta la redactora.

Llámanos. Cuéntanos. Demuestra lo que vales. Gana hasta 100.000 euros. Vive una experiencia única... La parrilla de las cadenas (y de la radio) está plagada de programas que se nutren de la colaboración de personas anónimas que, en ocasiones, desnudan ante las cámaras su vida o parte de ella. Programas de testimonios, concursos que hacen preguntas personales y, desde hace 10 años, todo tipo de realities.

Televisión rota

Esto no es nuevo. La participación ciudadana en los medios es casi tan antigua como los propios medios. "La radio lleva haciéndolo desde el principio de los tiempos", dice Roberto Ontiveros, subdirector de programación de Antena 3. "Se plantea un tema, se abren los micrófonos y la gente empieza a llamar. Y en televisión también se ha dado ese proceso de democratización. Hay gente que piensa, '¿por qué no puedo salir yo en la tele? ¿Acaso yo no soy tan interesante o más que Lolita? Tengo el mismo derecho a que me miren'. El principal capital de la gente normal y corriente es su propia vida. Yo soy partidario de que el que quiera salir por televisión y contarnos una historia que lo haga. ¿Tiene eso algo de malo? Mientras no se convierta en una obsesión enfermiza, desde luego yo creo que no".

Frente a la opinión de este profesional del medio, muchos consideran que los programas de televisión sacan partido (y audiencia) de la inocencia o inconsciencia de los participantes, que a veces acuden al programa engañados (como Jesús, el pobre novio de Loli, afortunadamente tan ficticio como ella) o que no han sopesado las consecuencias de su paso por plató y que en alguna ocasión ha sido nefasta. El más reciente es el caso de Svetlana, asesinada por su ex marido días después del paso de ambos por El diario de Patricia (Antena 3), donde éste le pidió una segunda oportunidad que ella rechazó.

Especialmente llamativo en cuanto a exposición de la vida personal resulta El juego de tu vida (Tele 5), que hace dos semanas se despidió de la parrilla, en el que los concursantes, previo cuestionario ante polígrafo (la máquina de la verdad) respondían a preguntas muy íntimas que iban subiendo de tono conforme se acercaba el premio máximo, 100.000 euros. "¿Es verdad que sigues viendo a tu ex amante a espaldas de tu hija?". "¿Piensas en tu vecino mientras mantienes relaciones con tu marido?". "¿Has roto tu relación con una mujer justo después de mantener relaciones con ella?". Tele 5 recuerda que los concursantes que acuden al programa deciden hasta dónde quieren llegar. David Matos, un joven sevillano, se plantó tras responder a 13 preguntas, muchas de ellas sobre su vida sexual. Sólo se llevó a casa 10.000 euros. ¿Se ha arrepentido después? "No", dice al teléfono. "Volvería a ir. Ha sido una experiencia graciosa". ¿Y Mario Aróstegui, que ganó 100.000 euros y desveló muchos asuntos personales? "No. Tenía claro que quería el dinero. La gente lo que me ha dicho es que qué huevos tengo". "Arrepentidos hay en todo", reflexiona Ontiveros, "pero el subidón que supone salir en la tele, que el vecino de pronto se pare a saludarte... Creo que todo eso mitiga cualquier arrepentimiento posterior".

Este viernes, en el programa Diario y medio (el sustituto veraniego de El diario de Patricia, de Antena 3), los espectadores vieron a José rogarle a Mili, su ex, una segunda oportunidad. Rosa María le pidió a su hija Marina (que no quiso ir a la tele) que estudie, que madure. Dinio le pidió a su padre que retomaran el contacto perdido... Es probable que se lo haya preguntado en alguna ocasión: ¿De dónde sacan los programas a toda esa gente? Muchos se ofrecen voluntarios. El productor de un popular programa de testimonios calcula que reciben 120 llamadas diarias. Después, los redactores se encargan de devolver la llamada y comprobar si la historia es interesante. Una periodista que trabaja en este tipo de programas (y que prefiere no desvelar su nombre), lo explica: "En función de la audiencia del programa y del tipo de testimonio que busque, llama más o menos gente. Yo trabajé en uno en el que éramos 14 redactores para conseguir seis casos a la semana de lo fuertes que tenían que ser. De 500 llamadas a lo mejor sólo acaban sirviendo dos. Cuando te ves con el agua al cuello, agarras las Páginas Blancas y llamas a números al azar, a la desesperada. 'Hola señora, le llamo de televisión. No conocerá a alguien que...'. El teléfono es nuestra herramienta de trabajo y hay que saber llegar a la gente. Eso sí, cuando das con alguien que quiere ir a televisión, es muy fácil. Si le tienes que convencer tú, malo. Seguramente se acabará rajando. Yo agradezco que haya gente que quiera contar su vida por la tele. A mí me dan trabajo".

¿Por qué sigue buscando la gente los 15 minutos de fama de los que hablaba Warhol? ¿Todavía no desconfiamos de un medio que sabemos cruel e interesado? José Errasti, experto en psicología de la personalidad, aventura una explicación: "Una de las características más conocidas del individuo occidental urbano del siglo XX y XXI es la necesidad de reconocimiento social. El individualismo creciente durante los últimos 100 años ha convertido nuestro siglo en el de las biografías y las autobiografías, de los retratos y los autorretratos, de los premios -existen en todos los ámbitos-, y los reconocimientos. En este contexto los medios de comunicación -el cine y más aún la televisión-, desempeñan un papel fundamental como creadores de reconocimiento social con una potencia inédita por ningún otro método habido en la historia. La televisión, con su elaborado y depurado lenguaje visual para provocar fascinación y seducción en la audiencia, casi sacraliza todo lo que toca, por lo que salir o no salir en televisión marca una diferencia cualitativa entre las personas. Hay dos tipos de personas: las normales y los semidioses. ¿Cómo se llega a ser semidiós? Saliendo en televisión".

gran-hermano

Sin embargo, igual que hay gente deseosa de salir por la tele, otros no lo harían ni bajo amenaza y lo consideran bochornoso y degradante. ¿Qué nos diferencia a unos de otros? "La verdad es que he reflexionado mucho sobre ello", dice Ontiveros, de Antena 3, que fue director de siete ediciones de Gran Hermano y redactor de programas de testimonios en sus inicios profesionales. "A veces lo hablo con mis compañeros. Hay muchas maneras de dividir España y una de ellas es entre los que quieren salir en la televisión y los que no. Yo empecé trabajando de reportero de calle y cuando vas con una cámara hay gente que se te acerca a ver si con suerte les entrevistas y la otra mitad cruza de acera. Hay quienes quieren que le miren, ser el centro de atención, y quienes prefieren mirar. Entre los profesionales de la televisión se ve claramente estos extremos. Mientras que unos suspiran por aparecer en pantalla, por la fama y el reconocimiento, otros muchos queremos mantenernos detrás".

"El ansia por el reconocimiento social que es tan importante para el individuo de la sociedad actual tiene como contrapartida la aparición de un desarrolladísimo sentimiento de vergüenza y ridículo", reflexiona Errasti. "Son las dos caras de la misma moneda. Tan importante como querer ser reconocido como bueno por nuestro grupo social de referencia es no querer ser reconocido como malo por ese mismo grupo. Vanidad y vergüenza. Lo que ocurre es que diferentes grupos sociales tienen diferentes valores, y lo que a ciertas personas les enorgullece a otras personas les avergüenza. Es el mismo interés en el cuidado de la imagen y la identidad pública el que provoca que miles de personas se presenten a Gran Hermano y que millones no nos presentásemos jamás. Los primeros sienten que ganarán prestigio social entre las personas frente a las que quieren tener prestigio social, y los segundos sentimos que perderíamos prestigio social entre las personas frente a las que queremos tener prestigio social que, claro está, no son las mismas que las del primer grupo".

¿Qué nos hace diferentes? ¿De qué depende que unos desarrollen ese sentimiento de vergüenza y otros no? ¿Es algo innato? "La respuesta es una mezcla de factores sociológicos, culturales y psicológicos", continúa Errasti. "No cabe duda de que el nivel económico, social y cultural tiene algo que ver con la tendencia a participar en este tipo de programas. Hay excepciones en ambos sentidos, pero entre mis compañeros profesores de la facultad no hay nadie que se haya planteado ir a Gran Hermano, El juego de tu vida o similares. Las clases culturalmente instruidas tienen un sentido acentuadísimo de la vergüenza, porque son las más preocupadas por aparentar y mantener su estatus. Esto no quiere decir que toda la gente poco formada desee ni mucho menos entrar en Gran Hermano. Ahí ya entran factores individuales. Existen personas más impulsivas que otras, más extravertidas, más narcisistas... Y los motivos de estas diferencias tendrán que ver con los ejemplos presenciados en su familia o en su grupo de iguales, con sus propias experiencias, si ha sido espectador habitual de estos programas...".

Prestigio social. Dinero. Vivir una emoción fuerte. Sea por el motivo que sea, la colaboración ciudadana en antena sigue vivita y coleando. Hace dos semanas arrancó el casting de la décima edición de Gran Hermano, que Tele 5 emitirá en otoño. En la primera semana se apuntaron 30.000 personas, el récord de este reality, el pionero, y eso a pesar de haber perdido mucha audiencia e impacto social. Jaime Guerra, productor ejecutivo del programa, recuerda que el año pasado les sorprendió la cantidad de jóvenes con 18 años recién cumplidos que se presentaron voluntarios. "Chavales que cuando se estrenó la primera edición eran niños. Han crecido con Gran Hermano y ahora quieren participar".

"Imagina por un momento que eliminásemos este tipo de programas", concluye Ontiveros. "Imagina que sólo salieran por televisión famosos, la gente que lleva años viviendo de la televisión, que ya nos ha contado su vida a cambio de un pastizal haciéndonos creer que es mucho más interesante que la nuestra. Habría que ver qué tipo de televisión tendríamos entonces".

Suscribo plenamente las palabras de Errasti.Y felicito desde aquí a la autora por su espléndido trabajo periodístico. Respecto al dueño de este castillo y su futuro más inmediato, me debato entre la desidia y el deseo de cerrar esta bitácora definitivamente, tras tres años de altibajos creativos o continuar por respeto a mis lectores (en caso de que aún me quede alguno). Ambas opciones son igual de válidas. No sufran, serán los primeros en saber de la decisión final. Salud y buenos alimentos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay cosas que nunca deben morir y quedarse en el olvido. Mai

Anónimo dijo...

Dejate de rollos figura y sigue escribiendo, total, sabes que jamás podrás transmitir las mismas emociones que Chuck Norris...